Jurisconsulto, patriota y eximio orador neogranadino, fue una pieza fundamental en los sucesos que dieron independencia a su patria Nueva Granada, hoy Colombia. Pero además su presencia en Venezuela dio fuerza espiritual y moral a Bolívar en los momentos difíciles de su campaña libertadora.
Lúcido como pocos fue impregnando las nuevas construcciones que traía la época de sólida jurisprudencia. Dio fundamento político a términos como soberanía, constitución, nación, ciudadanía, libertad, independencia.
La fuerza de su carácter ejerció un poderoso ascendente entre sus compatriotas.
Tentado por los poderes políticos contra los que sus nuevas ideas entraban en antagonismo los rechazó hasta el año 1809, en que aceptó finalmente bajo la administración del virrey Amar y Borbón, ocupar la plaza de asesor del Cabildo de Santafé, con el fin de tener una posición cerca del elemento oficial que le permitiera ser útil a la causa independentista.
Sin embargo a diferencia de otros preclaros hombres de su época acepta la colonización de América con sus métodos y objetivos y es desde allí donde reclama reparación de agravios que no incluyen a los que España infligió a las Naciones Originarias.
Lúcido como pocos fue impregnando las nuevas construcciones que traía la época de sólida jurisprudencia. Dio fundamento político a términos como soberanía, constitución, nación, ciudadanía, libertad, independencia.
La fuerza de su carácter ejerció un poderoso ascendente entre sus compatriotas.
Tentado por los poderes políticos contra los que sus nuevas ideas entraban en antagonismo los rechazó hasta el año 1809, en que aceptó finalmente bajo la administración del virrey Amar y Borbón, ocupar la plaza de asesor del Cabildo de Santafé, con el fin de tener una posición cerca del elemento oficial que le permitiera ser útil a la causa independentista.
Sin embargo a diferencia de otros preclaros hombres de su época acepta la colonización de América con sus métodos y objetivos y es desde allí donde reclama reparación de agravios que no incluyen a los que España infligió a las Naciones Originarias.
Así, en ese año de 1809, Camilo Torres redactó el documento "Representación del Cabildo de Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada, a la Suprema Junta Central de España", documento que pronto se convirtió en panfleto político e instrumento de análisis a la hora de pensar los fundamentos de los nuevos Estados que la historia nos traería.
He aquí algunos de sus párrafos principales:
1809 ."Representación del Cabildo de Santafé,
capital del Nuevo Reino de Granada,
a la Suprema Junta Central de España"
capital del Nuevo Reino de Granada,
a la Suprema Junta Central de España"
MEMORIAL DE AGRAVIOS
Señor:
Desde el feliz momento en que se recibió en esta capital la noticia de la augusta instalación de esa Suprema Junta Central, en representación de nuestro muy amado soberano el señor don Fernando VII, y que se comunicó a su Ayuntamiento, para que reconociese este centro de la común unión, (…), cumplió con este sagrado deber, prestando el solemne juramento que ella le había indicado; aunque ya sintió profundamente en su alma que, cuando se asociaban en la representación nacional los diputados de todas las provincias de España, no se hiciese la menor mención, ni se tuviesen presentes para nada los vastos dominios que componen el imperio de Fernando en América, y que tan constantes, tan seguras pruebas de su lealtad y patriotismo, acababan de dar en esta crisis. (…) considerando vuestra majestad que los vastos y preciosos dominios de América no son colonias o factorías, como las de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la monarquía española y deseando estrechar de un modo indisoluble los sagrados vínculos que unen unos y otros dominios, como asimismo corresponder a la heroica lealtad y patriotismo de que acaban de dar tan decisiva prueba en la coyuntura más crítica en que se ha visto hasta ahora nación alguna, declaró que los reinos, provincias e islas que forman los referidos dominios debían tener representación nacional inmediatamente a su real persona, y constituir parte de la junta central gubernativa del reino, por medio de sus correspondientes diputados.
(…) El cabildo, pues, en esta real determinación de vuestra majestad, ve una prenda del verdadero espíritu que hoy anima a las Españas, y deseo sincero de caminar de acuerdo con el bien común. Si el gobierno de Inglaterra hubiese dado este paso importante, tal vez no lloraría hoy la separación de sus colonias, pero un tono de orgullo y un espíritu de engreimiento v de superioridad le hizo perder aquellas ricas posesiones, que no entendían cómo era que, siendo vasallos de un mismo soberano, partes integrantes de una misma monarquía, y enviando todas las demás provincias de Inglaterra sus representantes al cuerpo legislativo de la nación, quisiese éste dictarles e imponerles contribuciones que no habían sancionado con su aprobación.
(…) Más justa, más equitativa, la suprema junta central ha llamado a las Américas, y ha conocido esta verdad: que entre iguales al tono de superioridad y de dominio sólo puede servir para irritar los ánimos, para disgustarlos y para inducir una funesta separación.
(…) Si el cabildo, pues, hace ver a vuestra majestad la necesidad de que en materia de representación, así en la junta central como en las cortes generales, no debe haber la menor diferencia entre América y España, ha cumplido con un deber sagrado que le impone la calidad de órgano del público y al mismo tiempo con la soberana voluntad de vuestra majestad.
(…) Establecer, pues, una diferencia en esta parte, entre América y España, sería destruir el concepto de provincias independientes, y de partes esenciales y constituyentes de la monarquía, y sería suponer un principio de degradación.
(…) Las Américas, señor, no están compuestas de extranjeros a la nación española. Somos hijos, somos descendientes de los que han derramado su sangre por adquirir estos nuevos dominios a la Corona de España; de los que han extendido sus límites y le han dado en la balanza política de la Europa una representación que por sí sola no podía tener. Los naturales conquistados y sujetos hoy al dominio español, son muy pocos, o son nada, en comparación de los hijos de europeos que hoy pueblan estas ricas posesiones. (…) Tan españoles somos como los descendientes de don Pelayo, y tan acreedores por esta razón a las distinciones, privilegios y prerrogativas del resto de la nación, como los que, salidos de las montañas, expelieron a los moros y poblaron sucesivamente la Península; con esta diferencia, si hay alguna: que nuestros padres, como se ha dicho, por medio de indecibles trabajos y fatigas descubrieron, conquistaron y poblaron para España este Nuevo Mundo.
(…) En fin, ¿quién hay que no conozca la importancia de las Américas por sus riquezas? Pero no son las riquezas precarias de los metales las que hacen estimables las Américas y las que constituyen en un grado eminente sobre toda la Europa. Su suelo fecundo en producciones naturales que no podrá agotar la extracción y que aumentará sucesivamente a proporción de los brazos que lo cultiven: (…); En cuanto a la ilustración, la América no tiene la vanidad de creerse superior ni aún igual a las provincias de España. Gracias a un gobierno despótico, enemigo de las luces, ella no podía esperar hacer rápidos progresos en los conocimientos humanos, cuando no se trataba de otra cosa que de poner trabas al entendimiento. La imprenta, el vehículo de las luces y el conductor más seguro que las puede difundir, ha estado más severamente prohibido en América que en ninguna otra parte. (…) La América y la España son los dos platos de una balanza: cuanto se cargue en el uno, otro tanto se turba o se perjudica el equilibrio del otro. Gobernantes, en la exactitud del fiel está la igualdad.
(…) ¿Teméis el influjo de la América en el gobierno? ¿Y que por qué lo teméis ?Si es un gobierno justo, equitativo y liberal, nuestras manos contribuirán a sostenerlo. El hombre no es enemigo de su felicidad. Si queréis inclinar la balanza al otro lado, entended que diez o doce millones de almas con iguales derechos, pesan otro tanto en el plato que vosotros formáis.
(…) España ha creído que deben estar cerradas las puertas de todos los honores y empleos para los americanos. Éstos piensan que no ha debido ni debe ser así: que debemos ser llamados igualmente a su participación, y así será nuestro amor y nuestra confianza más recíproca y sincera Por los mismos principios de igualdad han debido y deben formarse en estos dominios juntas provinciales compuestas de los representantes de sus cabildos, asi como las que se han establecido y subsisten en España. Este es un punto de la mayor gravedad, y el cabildo no lo quiere ni puede omitir. (…) Por otra parte, señor, ¿qué oposición es que representen sus derechos? ¿De dónde han venido los males de España sino de la absoluta arbitrariedad de los que mandan? ¿Hasta cuándo se nos querrá tener como manadas de ovejas al arbitrio de mercenarios que en la lejanía del pastor pueden volverse lobos? ¿No se oirán jamás las quejas del pueblo? ¿No se les dará gusto en nada? ¿No tendrá el menor influjo en el gobierno, para que así lo devoren impunemente sus sátrapas, como tal vez ha sucedido hasta aquí? Si la presente catástrofe no nos hace prudentes y cautos, ¿cuándo lo seremos? ¿Cuando el mal no tenga remedio? ¿Cuando los pueblos, cansados de opresión, no quieran sufrir el yugo?
¡Igualdad! Santo derecho de la igualdad; justicia, que estribas en esto y en dar a cada uno lo que es suyo, inspira a la España europea estos sentimientos de la España americana: estrecha los vínculos de esta unión; que ella sea eternamente duradera, y que nuestros hijos, dándose recíprocamente las manos, de uno a otro continente, bendigan la época feliz que les trajo tanto bien. ¡Oh! ¡Quiera el cielo oír los votos sinceros del cabildo y que sus sentimientos no se interpreten a mala parte! ¡Quiera el cielo que otros principios y otras ideas menos liberales no produzcan los funestos efectos de una separación eterna!
Texto completo en : Memorial de agravios
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