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Actor y escenario de los nuevos tiempos

El cabildo fue en América Hispana una corporación municipal con múltiples funciones, acorde a los viejos ayuntamientos o municipios castellanos de la edad media. Se lo creaba al fundarse una ciudad, según lo estipulaban las Ordenanzas de Población. Para ser miembro del cabildo solo se exigía al vecino que supiera leer y escribir. Proyectaba ordenanzas de buen gobierno, fijaba los impuestos, establecía disposiciones edilicias, policiales, de abasto, otorgaba tierras, creaba escuelas, hospitales, administraba los mercados.
En casos de extrema gravedad era convocado el cabildo abierto, al que concurrían las autoridades civiles, eclesiásticas, militares, junto con la parte mas representativa de los ciudadanos.
En el virreinato del Río de la Plata –fundado en 1776- la primera convocatoria a cabildo abierto lo originó la invasión inglesa. El mas famoso sin embargo es sin dudas el cabildo abierto del 22 de mayo, prolegómeno del nacimiento de la Nación Argentina.

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El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 en el Río de la Plata

Como ya dijimos el 20 de mayo el Virrey fue obligado a dejar el mando en poder del Cabildo que lo dejaría a cargo de la autoridad elegida por el pueblo. Cisneros, en una proclama al pueblo de Buenos Aires, sustenta la lealtad de esta ciudad hacia el Rey de España, pretendiendo debilitar el poder de autoridad del Cabildo. Sin embargo el 22 presionado por los criollos liderados por Manuel Belgrano y Cornelio Saavedra –jefe de las milicias- convoca a Cabildo Abierto. 

Convocatoria al cabildo abierto del 22 de mayo de 1810

El objetivo de la reunión era -ante los sucesos en España- tomar una decisión sobre la continuidad en el cargo del Virrey , ya que el Rey Fernando VII, estaba prisionero de los franceses y por lo tanto, Cisneros no tenía autoridad para tomar decisiones y decía la regla que en esos casos la autoridad volvía al pueblo representado por el Cabildo. 
A la sesión concurrieron 56 militares, 4 marinos, 18 alcaldes de barrio, 24 clérigos, 20 abogados, 4 escribanos, 4 médicos, 2 miembros de la audiencia, 2 miembros del Consulado, 13 funcionarios, 46 comerciantes, 18 vecinos y 15 personas sin calificación. Totalizaron 251 concurrentes, a pesar de que se proyectaron 600 invitaciones, que se vieron reducidas por vía de selección a 450, y por presión de los criollos, muchos concurrentes se vieron imposibilitados de acceder a la Plaza.
El primer expositor fue el obispo Lué, quien en su discurso se manifestó por la continuidad de la dominación española en América, confiriéndole esa potestad a cualquier español libre de la dominación francesa.
El abogado Juan José Castelli se pronunció por la soberanía del pueblo de Buenos Aires quien la había adquirido, por la disolución de la Junta Central, que tenía poderes indelegables, por lo tanto no eran legítimos los atribuidos al Consejo de Regencia.
El fiscal Villota basó su argumentación de defensa del poder español, en que Buenos Aires no podía por sí sola atribuirse la representación de toda la América española Además, rescató la legitimidad del Consejo de Regencia, al haber sido reconocido por los pueblos.


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El abogado Juan José Paso, reconoció que Buenos Aires no podía decidir por sí sola, pero se subsanaría ese defecto necesario, ya que la decisión de la cuestión era urgente, estableciendo un gobierno provisorio que luego, se transformaría en definitivo, cuando pudiera hacerse la consulta general.
Ruiz Huidobro, militar, apoyó la destitución del virrey al haber cesado en su cargo Fernando VII, en cuya representación gobernaba.
La votación se realizó en forma pública. Por la destitución del virrey se expresaron 162 votos y 64 por su continuidad, cuyo recuento por lo avanzado de la hora se realizó el 23 de mayo. La fórmula más votada fue la de entregar el mando al Cabildo de la capital, quien establecería el modo de designación de una Junta, posición que coincidía con la opinión de Cornelio Saavedra.






¡Viva Buenos Aires Libre!

Esa misma noche se celebró una obra de teatro cuyo tema era la tiranía, llamada "Roma Salvada", a la cual concurrieron buena parte de los revolucionarios. El jefe de la policía intentó convencer al actor de que no se presentara y que, con la excusa de que éste estuviera enfermo, la obra se reemplazara con "Misantropía y arrepentimiento", del poeta alemán Kotzebue. Los rumores de censura policial se extendieron con rapidez, por lo que Morante salió e interpretó la obra prevista, en la cual interpretaba a Cicerón. En el cuarto acto, Morante exclamaba lo siguiente:
"Entre regir al mundo o ser esclavos ¡Elegid, vencedores de la tierra! ¡Glorias de Roma, majestad herida! ¡De tu sepulcro al pie, patria, despierta! César, Murena, Lúculo, escuchadme: ¡Roma exige un caudillo en sus querellas! Guardemos la igualdad para otros tiempos: ¡El Galo ya está en Roma! ¡Vuestra empresa del gran Camilo necesita el hierro! ¡Un dictador, un vengador, un brazo! ¡Designad al más digno y yo lo sigo!"
 

Dicha escena encendió los ánimos revolucionarios, que desembocaron en un aplauso frenético a la obra. El propio Juan José Paso se levantó y gritó "¡Viva Buenos Aires libre!".

 

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