"Cisneros se levantó lleno de fuego..."
A diferencia de otras regiones de la América hispana, la deposición del Virrey, en el Río de la Plata, durante la invasión napoleónica a España, no fue seguida de su prisión y/o muerte.
El episodio está muy bien narrado por uno de los protagonistas el militar y político Martín Rodríguez:
"Esa tarde no se permitió salir a ningún soldado después de la lista. Todos quedaron encerrados en sus cuarteles y completamente municionados, ignorando todos los motivos de esa novedad, como lo ignoraba también el pueblo.
Empezábamos pues, a tratar sobre los primeros pasos que debían darse, y se resolvió mandar una comisión a intimar a Cisneros la cesación del mando.
Resultó el nombramiento en el doctor Castelli y yo, y para asegurarnos mejor, pedimos que el comandante de granaderos de infantería Terrada fuese con nosotros; pues su batallón estaba acuartelado en el fuerte, y bajo los balcones españoles temíamos que, al momento de la intimación, se asomase Cisneros a un balcón, llamase a los granaderos y nos hiciese amarrar.
El comandante Terrada fue con nosotros, se puso a la cabeza de sus granaderos y nosotros subimos. Entramos a la sala de recibo y encontramos allí a Cisneros jugando a los naipes con el brigadier Quintana, el fiscal Caspe y un tal Goicoelea, edecán suyo. Nos dirigimos a la mesa. Tomó la palabra Castelli y dijo: “Excelentísimo señor tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército, que están en armas, a intimar a V. E. la cesación en el mando del virreinato.”
A la vez se levantaron todos, al oír tal afirmación Cisneros se levantó lleno de fuego hacia Castelli, diciendo que qué atrevimiento era aquél. “Que como se atropellaba la persona del rey, que él representaba, que era el mas grande atentado que allí se podía cometer contra la autoridad”. Castelli le contestó”que no se acalorase que la cosa no tenía remedio”. Entonces tomé yo la palabra y le dije: “Señor cinco minutos es el plazo que se nos ha dado para volver con al contestación; vea V. E. lo que hace”. Entonces Caspe lo llamó a su despacho, estuvieron un momento juntos, salieron y Cisneros, mas templado, nos dijo:
“Señores cuanto siento los grandes males que van a venir sobre este pueblo de resultas de este paso. Bien pues, puesto que el pueblo no me quiere, y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran”. Entonces nos despedimos y al dar la vuelta nos dice: “y bien señores, ¿qué es lo que ustedes piensan respecto de mi persona y familia?”.
Castelli le contestó: “Señor, la persona de V. E. y su familia están entre americanos, y esto debe tranquilizarlo”. Salimos de allí y nos dirigimos a la casa de la reunión, diciendo “Señores, la cosa es hecha: Cisneros ha cedido de plano y dice que hagamos lo que queramos”. Nos empezamos a abrazar, a dar vivas, a tirar los sombreros por el aire.
“Señores cuanto siento los grandes males que van a venir sobre este pueblo de resultas de este paso. Bien pues, puesto que el pueblo no me quiere, y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran”. Entonces nos despedimos y al dar la vuelta nos dice: “y bien señores, ¿qué es lo que ustedes piensan respecto de mi persona y familia?”.
Castelli le contestó: “Señor, la persona de V. E. y su familia están entre americanos, y esto debe tranquilizarlo”. Salimos de allí y nos dirigimos a la casa de la reunión, diciendo “Señores, la cosa es hecha: Cisneros ha cedido de plano y dice que hagamos lo que queramos”. Nos empezamos a abrazar, a dar vivas, a tirar los sombreros por el aire.
En el acto salieron Berutti, Peña y Donado, con varios criados y canastas, a recolectar todos los dulces y licores que hubiese en las confiterías. Se puso una gran mesa en casa de Rodriguez Peña, que duro tres días cubriéndose de continuo para que entrara todo el mundo que quisiese a refrescarse.
Esa misma noche fuimos a casa del señor Leyva, que era el primero de los abogados y asesor de casi todos los virreyes( incluso Cisneros), Saavedra, Castelli, el doctor Paso, Balcarce y yo, y le hicimos presente el paso que acabábamos de dar. Él nos preguntó donde estaba Cisneros. Le dijimos que en el fuerte. “Supongo –replicó- que estará preso allí." Y diciéndole que no nos dijo que hacíamos muy mal, que el primer paso que habíamos de dar era asegurar la persona del virrey.

Martín Rodriguez,
Memoria autobiográfica
De tal modo que...
La noche del
18 los revolucionarios decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un
Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba el virreinato después
de los hechos de España.
Las reuniones continuaron hasta la madrugada del sábado 19 y sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.
Las reuniones continuaron hasta la madrugada del sábado 19 y sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.
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Reunidos en los cafés ilustración de Ricardo Delgado |
El domingo 20 el virrey Cisneros reunió a los jefes militares y les pidió su apoyo ante una posible rebelión, pero todos se rehusaron a brindárselo. Por la noche Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de Cabildo Abierto.
El virrey dijo que era una insolencia y un atrevimiento y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó: "Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran" y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo.
En el "Café de los Catalanes y en "La Fonda de las
Naciones", los criollos discutían sobre las mejores estrategias para pasar
a la acción.
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Ilustración de Ricardo Delgado |
¿Qué se dijeron los revolucionarios y el virrey?
Lezica transmitió a Cisneros la petición que había recibido, y éste consultó a Leyva, quien se mostró favorable a la realización de un Cabildo Abierto. Antes de tomar una decisión el virrey citó a los jefes militares para que se presenten a las siete horas de la tarde en el fuerte. Según cuenta Cisneros en sus Memorias, les recordó:
"(...) las reiteradas protestas y juramentos de fidelidad con que me habían ofrecido defender la autoridad y sostener el orden público y les exhorté a poner en ejercicio su fidelidad al servicio de S.M. y de la patria".
Como Cisneros reclamó una respuesta a su petición de apoyo, el coronel criollo Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios e integrante de la Sociedad de los Siete, respondió a nombre de todos los criollos diciendo:
"Señor, son muy diversas las épocas del 1º de enero de 1809 y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta, toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto solo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V.E. en su proclama de ayer. ¿Y qué, señor? ¿Cádiz y la isla de León son España? (...) ¿Los derechos de la Corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la isla de León, que son una parte de las provincias de Andalucía? No señor, no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses, hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para mandarnos ya no existe; de consiguiente usted tampoco la tiene ya, así que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella".
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Ilustracion de Carolus J. Peeping |
"Excelentísimo señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército, que están en armas, a intimar a V.E. la cesación en el mando del virreinato."
Cisneros respondió:
"¿Qué atrevimiento es éste? ¿Cómo se atropella así a la persona del Rey en su representante?"
Pero Rodríguez (según vimos en sus Memorias) lo detuvo advirtiéndole:
"Señor: cinco minutos es el plazo que se nos ha dado para volver con la contestación, vea V.E. lo que hace".
Solamente defendió la posición de Cisneros el síndico procurador del Cabildo, Julián de Leyva. Ante la situación, Caspe llevó a Cisneros a su despacho para deliberar juntos unos momentos y luego regresaron. El virrey se resignó y permitió que se realizara el Cabildo Abierto. Según cuenta Martín Rodríguez en sus Memorias póstumas, escritas muchos años después, sus palabras fueron:
"Señores, cuanto siento los males que van a venir sobre este pueblo de resultas de este paso; pero puesto que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran".
Fuente consultada: El Historiador
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