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1808.- ESPAÑA ASEDIADA: El odioso francés



Grito de guerra de Joaquín Sorolla y Bastida


Crisis y desconcierto en el corazón de España



"Estremecióse España
del indigno rumor que cerca oía,
y al grande impulso de su justa saña
rompió el volcán que en su interior hervía.
Sus déspotas antiguos
consternados y pálidos se esconden
resuena el eco de venganza en torno.
”¡Venganza!” (…)
¡Despertad raza de héroes!, el momento
llegó ya de arrojarse a la victoria;
Que vuestro nombre eclipse nuestro nombre;
Que vuestra gloria humille nuestra gloria.
No ha sido en el gran día
el altar de la patria alzado en vano
Por vuestra mano fuerte,
Juradlo, ella os lo manda: “¡Antes la muerte
Que consentir jamás ningún tirano!”

 Manuel José Quintana

(fragmentos de
“España después de la Revolución de Marzo)



Las intrigas en el interior de la Corte, el encumbramiento de Godoy en desmedro de la coronación de Fernando VII "El deseado", la ingenua aceptación por parte de Carlos IV de la entrada de Napoleón en tierras de España para apoderarse de Portugal, ponen al pueblo español en estado de alerta y cargan de indignación y coraje su espíritu.

El ingreso del "odioso francés" en tierras españolas caldea los ánimos: Figueras, Barcelona, Pamplona..., ven ocupar sus territorios de soldados franceses. Los ánimos se agitan y Aranjuez se amotina. Godoy, que tiene allí su palacio, envuelto en una alfombra, salva su pellejo.

El rey ante el cariz que toman los acontecimientos abdica a favor de su hijo Fernando VII, dando así satisfacción al pueblo que lo aclama.
Murat, general y cuñado de Napoleón, ha entrado en Madrid e ignorando a Fernando se dirige a Carlos IV como "Alteza", y le ofrece protestar por la abdicación a la que "fue forzado por las circunstancias". En un hábil pase de mandos y manos, Fernando devuelve la corona, la misma que Carlos IV termina cediendo al hermano de Napoleón Bonaparte: José I.
La historia conocerá estos hechos como las abdicaciones de Bayona.




Carlos IV de Borbón
por Francisco de Goya

Al partir hacia Bayona, Fernando había dejado en Madrid una Junta de Gobierno presidida por su tío, el infante don Antonio. La situación confusa de Bayona y la intención de llevarse a los infantes desata el alzamiento nacional. Durante las noches del 2 y 3 de mayo los fusilamientos franceses anuncian el comienzo de la valerosa lucha de España por su independencia.
En su encierro final, Napoleón seguiría preguntándose por qué subestimó al pueblo español.

La cobardía y tibieza de las autoridades provoca el surgimiento de gobiernos locales, juntas regionales autónomas que propugnarán la independencia de la Francia invasora.
La Junta de Asturias llegó a tener un establo como Sala de Consejo. Había que organizar la resistencia y toda su logística. La unidad del pueblo fue ejemplar.

José I deEspaña
por Francois Gerard

A pesar de sus buenas intenciones al proponer la discusión para el dictado de una Constitución, el rey francés en tierras de España, era un intruso. Cabizbajo José I camina por los jardines del suntuoso palacio y escribe a su hermano: "Todo lo que aquí se hizo el 2 de mayo es odioso, no se han tenido ninguna de las consideraciones que se debían para este pueblo".
Mas tarde dirá: "El estado de Madrid sigue siendo el mismo. Prosigue la emigración de todas las clases... Tengo por enemigo una nación de 12 millones de habitantes"
Y finalmente: "Los hombres honrados no me son más afectos que los pícaros. No, señor, estáis en un error; vuestra gloria se hundirá en España".

Y tendría razón.

Fuente bibliográfica: "La guerra de la independencia española"
de María Teresa de Rabassa; Plaza y Janes Editores








ESCENAS DE GUERRA
Iconografía de la guerra de independencia española


Sitio de Zaragoza 1808
por Alvarez Dumont


Miguel Salamero defensor en Zaragoza
por Brambila
Ocupación francesa
por Eduardo Zamacois y Zabala


Contienda de Valdepeñas
por Bonell

Defensa de la Torre de San Agustin
por Cesar Alvarez Dumont





El ajusticiado  1810
por Francisco de Goya y Lucientes 



Defensa del Parque de Artillería de Monteleón de 1808
por Joaquín Sorolla y Bastida


“Enterramientos en la Moncloa, el 3 de Mayo de 1808”,
de Vicente Palmaroli González.



Malasaña junto al cadáver de su hija Manuela
por  E. Alvarez Dumont

Cadáveres de Daoiz y Velarde
por José Nin y Tudó
























Su Majestad Fernando VII
óleo por Vicente López Portaña


Existe un síndrome llamado “de Fernando VII”, que Sucede cuando, cargados de razón, creemos que defendemos la justicia pero, presos de nuestro instinto y nuestros condicionamientos -las improntas-, sólo servimos a una identidad. Una identidad que puede tomar la forma de un ego, un bando o una nación. El síndrome se llama así no por el mismo Fernando VII, sino por haberlo padecido aquellos que valientemente le defendieron”

(Publicado por Alfonso Longo en:
http://alfonsolongo.blogspot.com/2008/12/el-sndrome-de-fernando-vii.html)


No obstante la crisis de las monarquías a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, en las colonias hispanoamericanas podían caber todo tipo de cuestionamientos a la monarquía española, pero la figura del Rey era preservada como autoridad legítima.

La era monárquica, que comenzaba su declinación, debía desarmar una construcción poderosa y pesada que llevaba ya miles de años: la idea de la regencia de una entidad sobre el resto: la del Rey, el príncipe regente de un Estado.


Si se examinan las proclamas y declamaciones revolucionarias de aquellos años en Sudamérica, aparecerá casi siempre la figura de Fernando VII como signo frente al cual se imponían límites hasta los mismos revolucionarios.

En el caso particular de Fernando VII se añadía, por parte de los hispanoamericanos , un afán por valorarlo como factor de cohesión de la América de origen hispánico frente al avance de las pretensiones del potente emperador francés Napoleón Bonaparte; quien se creía investido por la historia para llevar adelante los beneficios de una aurora liberal, inaugurada por la revolución que su país había producido años antes.


Fernando VII rey de España e Indias
por Luis de la Cruz y Río


Así vemos una profesión común de lealtad a Fernando VII, por ejemplo, en la proclama revolucionaria de Caracas del 19 de abril de 1810, en las discusiones del histórico cabildo del 22 de mayo en el Rio de la Plata; en las consignas del Grito de Dolores en México; de igual modo en las juntas constitutivas de Chile, en las primeras manifestaciones independentistas de revolucionarios como Belgrano, Hidalgo y aún Bolívar.

En la asonada de Quito de agosto de 1809 en los cuarteles se juró “por Dios y por la cruz de mi espada defender a mi legítimo soberano Fernando VII…”

Con respecto a nuestro histórico mayo de 1810, en el virreynato del Rio de la Plata, un manuscrito anónimo publicado por el historiador Marfany, dice que “amanecieron el día lunes 21, en Plaza Mayor, bastante porción de encapotados con cintas blancas al sombrero y casacas en señal de unión entre americanos y europeos y el retrato de nuestro amado monarca -Fernando VII- en el cintillo del sombrero”


Sin embargo este rey no fue más que una quimera para aquellos que invocaron su nombre. Se mostró servil con Napoleón, ponderando sus victorias mientras su pueblo organizaba la resistencia y defendía con valor su trono y dinastía. Fue absolutista mientras su país se volvía liberal y aspiraba a ensayar nuevos modos de representatividad. No valieron para él entonces los heroicos sucesos que dieron origen a la independencia española, no lo movió el valor incuestionable de su pueblo sino sus pequeñas ambiciones.


El Tres de Mayo

por Francisco de Goya y Lucientes


Llegado al trono, traicionó las expectativas de su pueblo, comportándose como un auténtico absolutista. Al punto que “El Deseado”, como sus súbditos lo llamaron mientras lo imaginaban víctima de Napoleón, por sus posteriores felonías pasó a ser llamado “El rey felón”.



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Recomendamos a nuestros lectores conocer el contexto general en el que esta entrada está inmersa:
La Revolución de Mayo de 1810 en el Río de la Plata, Argentina

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