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El primer sonar de campanas repicando a la Libertad, la Igualdad y la Independencia es mérito de Caracas en la entonces Capitanía General de Venezuela.
Un mes después habría asonada revolucionaria en el Río de la Plata. Las características de ambas revueltas son muy similares. Los protagonistas: criollos en contacto con la nuevas ideas iluministas, dueños de poder económico y social pero no político; el escenario: la plaza principal y sus instituciones, el Cabildo, la Iglesia; el sentimiento: repudio a la monarquía absoluta y al imperio de Francia en la persona de José I, hermano de Napoleón.
En ambos casos los representantes de España: Vicente Emparan en Venezuela y Baltasar Hidalgo de Cisneros en Buenos Aires, debieron abandonar sus cargos instados por la reunión del pueblo en el Cabildo o la Plaza Mayor de la ciudad.
Bien pueden estas tierras llamarse hermanas entonces.
Víctimas de los mismos abusos pero también de las mismas ambiciones. Algunas bien habidas, aunque otras mal fundadas. Como la ambición de cierta élite criolla por el libre comercio, solo con el afán de ampliar su acceso a la riqueza. La misma élite que tenía espurias aspiraciones, centradas en el posicionamiento económico-social encumbrado y a cualquier precio.
Afortunadamente para ambas sociedades también entraron en escena personalidades de espíritu decidido y vigoroso, con una acertada preparación en las funciones y decisiones que la hora les requería; líderes militares y políticos con ánimo de gesta y una base social dispuesta a seguirlos.
Personalidades como Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Andrés Bello, en la bella Venezuela o Manuel Belgrano, Mariano Moreno, José Francisco de San Martín en el populoso Río de la Plata.
Hombres que como dijera alguna vez Manuel Belgrano no aspiraron a ser Padres de la Patria sino sus mejores hijos.
BOLIVAR EN 1810
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Libertador Simón Bolívar |
Después de los sucesos del 19 de Abril de 1810, Bolívar es enviado a Inglaterra con Andrés Bello y Luis López Méndez en una misión diplomática, para lograr el reconocimiento de la nación que acababa de nacer.
A su regreso a Venezuela da el siguiente discurso en favor de la independencia americana ante la Sociedad Patriótica.
Caracas, 4
de julio de 1811
No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que conocen más la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resultados a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma ¿no basta?. La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos.
Que una comisión del seno de este cuerpo lleve al soberano Congreso estos sentimientos.
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